"Los calendarios indican que el comienzo del otoño es el 21 de marzo, pero el movimiento de los cuerpos celestes a veces no se ajusta con total exactitud a las convenciones establecidas por los seres humanos.” (http://www.clarin.com/sociedad/ano-otono-comienza-20-marzo-bien-temprano-manana_0_SJtw646se.html)
Esta cita me sirve
para reflexionar sobre conceptos que he ido enseñando en mis clases de
Geografía y la terminología que se
emplea para tratar de entender lo que sucede en la tierra. Hemos aprendido,
muchas veces sin cuestionamiento que somos los amos del planeta, esto desde
todo punto de vista no es verdad. Sea que nos parezca bien o no el universo
marcha como debiera y nosotros solo somos otras criaturas que lo poblamos.
(Ehrmann, Max: 1927). Aunque nos
esforzamos por establecer parámetro, fechas y datos exactos, solo podemos
llegar a aproximaciones.
Lo que nos ha pasado
en este verano solo prueba que debemos entender que a menos que estemos
prevenidos permanentemente, estamos condenados a perecer o al menos a ser
afectados por una naturaleza, que no está a nuestro servicio y que no repara en
nuestras necesidades, ni personales, ni sociales, ni culturales, ni políticas. El clima, como
cualquier otro fenómeno meteorológico es solo una ocurrencia en el continuo espacio-tiempo
y no lo podemos controlar. En muchas ocasiones ni siquiera medir la magnitud
del evento hasta que ya pasó.
El único recurso que
nos queda, si queremos considerarnos seres pensantes, es la prevención.
Necesitamos estar atentos y vigilantes y aun así “…el día vendrá como el ladrón
en la noche.” Tesalonicenses 5:2.
Debemos prepararnos, pensar a futuro,
organizarnos para lo inesperado; que de seguro llegará. No es mi intención ser
fatalista, ni arruinarles el día a los optimistas, lo único que deseo es que
algunos de ustedes reflexionen sobre que la prevención es tarea de todos, como
lo indica un mensaje del Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres
(SINAGERD).
El año pasado, en una
de las incontables oportunidades que he enseñado “Ríos” mencioné al rio
Huaycoloro y su alta peligrosidad, sobre todo porque por muchos años no parece
que exista. Ya ven en lo que se convirtió y las casas asentadas en sus bancos,
como esperando la tragedia, para luego reclamar atención inmediata y ayuda
personalizada. También mencioné el Huaico de Punta Hermosa, que por algo lleva
ese nombre. La activación de una correntera es un hecho ineludible y sin
embargo de verdad, se los llevo el río a toda una comunidad que vivía en el
cauce de una quebrada, con animales y todo.
Me solidarizo con el dolor
de la perdida y la necesidad de los seres vivientes, humanos y animales, pero
me enfurece saber que todo estaba cantado y solo era cuestión de esperar. Los
ríos, tienen partes muy bien delimitadas, está el cauce primario, el centro del
río, los cauces laterales que terminan en bancos y las llanuras inundables;
todo esto ocupa una extensión de por lo menos 200 metros de ancho, sin contar
con todos los afluentes que bajan de las laderas, tales como el Huaycoloro
hacia el Rímac o el Barba Blanca hacia el Santa Eulalia y luego hacia el Rímac;
como las venas en el cuerpo. Si se cargan van a bajar y se van a llevar todo lo
que encuentren a su paso.
Por favor, pensemos
todos, autoridades, sociedad civil, pobres, ricos, creyentes, agnósticos; esta
no será la última vez que suframos de algún grado de conmoción en medio de la
tragedia. Pero si no dejamos de obstruir los cauces, con basura, construcciones
o cualquier actividad humana, el agua vendrá eventualmente y se lo llevará todo
cuesta abajo, hasta llegar al mar. Y luego ni todos nuestros clamores, ruegos,
acusaciones y lamentaciones amenguarán lo que nos toque sufrir en medio de la
crisis.
Violeta Fonseca
Directora Académica en Asesoría Educativa - Especialistas de la Educación
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